miércoles, 8 de julio de 2009

El entorno actual y la gerencia de proyectos de investigación


Por: Luis F. Marcano González

RESUMEN

El proceso de la gerencia de proyectos está cada día más presente en todas las organizaciones, en particular en aquellas dedicadas a la investigación. Esta modalidad, junto con las operaciones de rutina, garantizan la subsistencia de cualquier organización en un ambiente cada día más cambiante. La comprensión del entorno donde se realizan ambos procesos es vital para la gerencia de los centros de investigación. En el presente artículo se ensaya una puesta al día sobre la caracterización del entorno actual de la gerencia de proyectos de investigación. Se utiliza para ello dos enfoques que sobre el particular se han esbozado en los últimos tiempos: el papel de la investigación y el entorno político y económico. Se concluye el trabajo con una revisión de los componentes para una estrategia de centros de investigación.


Los modelos de análisis sobre el papel de la investigación

Michel Callon, Phillippe Larédo y Phillippe Mustar han propuesto, en un interesante artículo sobre la situación de la ciencia en Francia (Callon et al. 1994), un modelo para analizar la importancia de la investigación en las sociedades contemporáneas. Estos autores han llamado a su modelo la rosa de los vientos de investigación. Señalan en su trabajo, además, que proponen este modelo para salirle al paso a los modelos interpretativos que sobre la ciencia se han construido hasta el presente. Por ejemplo, señalan que a fines del siglo XVII, se decidió, en alguna parte en Inglaterra, lo que ha sido parte del discurso en el mundo de la ciencia: la separación entre el mundo de la política y el mundo del conocimiento científico. Desde entonces, en general, la opinión pública ha vivido con una convicción: para mejor servir a la sociedad, la ciencia y los científicos se deben mantener al margen de ella. Que los investigadores investiguen, que lo hagan bien; el resto, y sobre todo las aplicaciones económicas, vendrán por añadidura. Se ha impuesto así, tanto en las instituciones como en el discurso, lo que se puede llamar el modelo lineal: la ciencia descubre y la sociedad la sigue.

Este modelo lineal ha generado rápidamente, por reacción, su contrario también lineal: la investigación académica no garantiza el éxito económico si no está inserta en la industria. Que los investigadores investiguen, pero sin olvidar que deben tener en cuenta nuestra voluntad, la de los empresarios y dirigentes políticos. Sobre esto último es ilustrativo lo planteado por Henry Petroski al analizar la direccionalidad que se le ha dado a la investigación científica en los EE.UU. cuando se refiere a la influencia sobre el desarrollo de esta actividad ha tenido el informe preparado, en 1945, por Vannevar Bush al presidente Truman (Petroski 1997). De acuerdo a Petroski, la dirección utilitaria y orientada hacia la resolución de problemas tecnológicos que se le ha dado a la investigación científica en ese país, ha sido un detonante para potenciar la capacidad productiva que tiene Norteamérica en esta materia. Sin embargo, eso ha traído como consecuencia un apresuramiento en la puesta a punto de algunos resultados, con los consecuentes costos en algunos campos, sobre todo en la industria aeronáutica y espacial.

Pero volvamos a lo que señalan Callon y cía. Las dos posiciones que representan estos dos modelos lineales son, entre sí, mitad falsas y mitad verdaderas. Insisten que la fuerza de la ciencia proviene de estar fuera de la sociedad y dentro a la vez. Los laboratorios de investigación obtienen su capacidad de invención de su aislamiento; obtienen su pertinencia y su eficacia de las múltiples influencias que en él se unen y combinan. Y en ese sentido se preguntan ¿cómo describir esta doble naturaleza de la investigación, esa aptitud de retraerse y conectarse? Y para ello proponen un instrumento de descripción muy simple, lo que ellos han llamado la rosa de los vientos de la investigación.

Según este modelo, la investigación es una actividad compleja cuya naturaleza y resultados pueden ser analizados según cinco dimensiones principales: la producción de conocimientos certificados, la participación en los procesos de valoración económica, la contribución a las acciones de interés general, las actividades de formación y, finalmente, la vulgarización y la experticia. Proponen que la rosa de los vientos de la investigación se puede aplicar indiferentemente a la escala de un país o a un grupo de países o a la de un laboratorio o de un organismo de investigación, cuyas producciones pueden ser así descritas por el equilibrio introducido entre sus diferentes componentes.

Los modelos lineales -en los cuales las actividades de investigación, de desarrollo, de producción, etc., se suceden sin interacción, como un continuo- son aquellos en los cuales existen una distancia máxima entre las cinco ramas de la rosa de los vientos: los centros de investigación, las empresas, los poderes públicos, la educación superior y los medios de divulgación. Cada actor (un laboratorio, un organismo público, una empresa, una universidad, etc.) puede ser asimilado a una parte de un todo, desplegándose una división del trabajo entre los distintos actores. En ese modelo coexisten varias dimensiones de especialización distintas, cada una con sus instituciones y mecanismos propios de estimulo y evaluación. Al interior de cada una de ellas los perfiles son parecidos y, en consecuencia, las relaciones internas son relativamente fáciles. Pero entre los distintos actores y las distintas instituciones las relaciones son difíciles, algunas veces improbables y casi siempre costosas.

En el modelo que proponen los autores citados (Callon et al. 1994), cada instancia -o actor- está dotada de cinco ramas. Un laboratorio universitario puede producir conocimientos certificados, puede participar en la innovación tecnológica, hacer experticia y vulgarización, y, por supuesto, tener actividades de formación y formar parte de los programas públicos en materias de interés colectivo. Lo mismo puede suceder con las empresas y con los organismos públicos. Así, cada instancia puede entonces interactuar una con otra. Sin embargo, en contrapartida, los vínculos pueden ser muy volátiles ya que la estabilización de las relaciones puede ser más difícil, por lo cual también estas pueden resultar poco costosas, pero, en contrapartida, las reglas del juego son fijas y los actores se conocen y hablan el mismo idioma. Entre los dos modelos, todas las configuraciones intermedias son posibles. Pero para que estas relaciones tengan lugar, es necesario alejarse del modelo lineal y de su división del trabajo en campos estancos, y, por tanto, acercarse al modelo propuesto en donde las relaciones, en número e intensidad, pueden llegar a ser potenciadas.

Para efectos de comprender las virtudes del nuevo modelo propuesto vale la pena hacer una breve descripción de la rosa de los vientos de la investigación. Este modelo describe a los actores, sus relaciones y el papel de la investigación. En la rosa se ponen en evidencia cinco dimensiones caracterizadas por finalidades diferentes. En primer lugar, la investigación contribuye a la producción de conocimientos certificados cuya solidez y originalidad son evaluados por la comunidad de especialistas. Esto es lo que se conoce como la investigación académica la cual engloba, también, tanto las actividades llamadas fundamentales como las ciencias de la ingeniería o la investigación tecnológica de base.

En segundo lugar, la investigación participa además en el proceso de valorización económica, lo que conduce a la producción de innovaciones. Estas actividades se inscriben en las estrategias de las empresas para crear ventajas competitivas.

Asimismo, la investigación contribuye a acciones de interés general en los dominios de la salud, el ambiente, los viajes espaciales, la defensa nacional, el desarrollo urbano, entre otros. El mecanismo de regulación subyacente no es ni el aumento de los conocimientos como tales, ni la creación de ventajas competitivas, sino la producción de bienes colectivos.

La contribución a las actividades de formación de personal de alto nivel constituye para la investigación una salida esencial y es la cuarta punta del modelo. Los conocimientos y el saber-hacer elaborados por los investigadores deriva así en saberes de los seres humanos (estudiantes, formación profesional).

Por último, la investigación no se puede desarrollar en una sociedad hostil a la ciencia y a la técnica. Tal y como lo señala García Bacca, la atmósfera cultural de nuestra época está compuesta fundamentalmente de ciencia y técnica (García Bacca 1980). Es por eso que desde siempre los investigadores se han esforzado en «vulgarizar» sus actividades. A ello se le deben agregar las actividades de experticia que algunos investigadores realizan y con las cuales hacen oír el punto de vista de la investigación sobre diferentes problemas (comisiones de normas, ética, directorios, etc.).

La múltiple dimensión que presenta este modelo permite percibir, de una manera más matizada, el complejo papel que tiene la investigación en el entorno actual. Por supuesto, que como en todo modelo teórico, el presentado por Callon et. al. se simplifica la realidad y no recoge con claridad la totalidad de los aspectos. Sin embargo, es mucho más útil para comprender el alcance que tiene la investigación en el ambiente cultural de nuestra época y permite desprenderse de esa mirada simplista y lineal que los otros modelos nos trasmiten. Sin embargo, es necesario comprender además otras dimensiones. Entre ellas los rasgos fundamentales del entorno político y económico.

El entorno político y económico

Ahora bien, a lo largo de su historia las sociedades humanas han desarrollado distintas formas de producción de bienes y servicios. Hoy, la denominación genérica de la forma dominante de producción es la de sistema capitalista. Es decir las prácticas sociales en lo económico y en lo político están signadas por las relaciones de tipo mercantil. Ello se manifiesta en lo político con la aparición de la democracia y en lo económico con relaciones de intercambio entre iguales. La génesis de este sistema, en lo económico y en lo político, data ya de varios siglos, pero sus hitos más destacados comienzan a reseñarse a partir de la Revolución Industrial, durante la segunda mitad del siglo XVIII.

La expansión y evolución de estas prácticas ha originado en cada uno de los entornos donde ha prosperado múltiples características. Los estudiosos del tema han propuesto diversas teorías. Desde el siglo XVIII, con la aparición de la Economía Política en Inglaterra y en Francia, se han abordado distintos tipos de análisis sobre el crecimiento y prosperidad de las naciones, como señalaba Adam Smith en su obra fundamental. Desde esos tiempos y hasta el presente, múltiples han sido entonces las aproximaciones para comprender la dinámica de esta forma de producir bienes y servicios y de relacionarse entre sí las personas en la mayoría de los países del mundo entero.

Sin embargo, lo que parece ser constante en casi todos los análisis es que estas prácticas generan crisis permanentes. Para unos, los que se oponen ideológicamente a estas prácticas sociales, detrás de estas crisis se encuentran las razones que llevarán a su desaparición. Para otros, quienes las defienden, ellas son la expresión de los síntomas de la capacidad que tiene la sociedad para renovarse de forma continua y de nutrirse de manera periódica.

Ahora bien, con la aparición de la microelectrónica y la informática -del microprocesador en los EE.UU.- y de un nuevo modelo de organización de la empresa -en Japón-, a mediados de la década de los setenta del siglo XX, se inaugura un nuevo ciclo del capitalismo y la aparición de un nuevo patrón tecnológico mundial (Pérez, 1986). La producción flexible, la microelectrónica, la aparición de redes y las economías de especialización, son los rasgos fundamentales de esta nueva época. Lo que se ha dado por llamar globalización (o mejor dicho, la americanización del modo de vida de la mayoría de los países), la lucha por la liberación de los mercados, el intento por redefinir el papel del Estado, son los aspectos socio-institucionales de esta nueva etapa.

Todo esto marca el ambiente económico y político. Las nuevas empresas, por ejemplo, se basan cada vez más en el uso intensivo del conocimiento científico y técnico para mantenerse competitivas en los mercados en permanente expansión. Los nuevos conglomerados de empresas se expresan en una nueva forma física de aglomeración urbana (Castells y Hall 1994). Es lo que se ha dado por llamar los parques tecnológicos, las incubadoras de empresas, o para decirlo en otras palabras las ciudades de la ciencia o tecnópolis (Marcano y García 1997).

Por otra parte, los organismos públicos requieren cada día más de información precisa y actualizada para garantizar la eficiencia y efectividad de los servicios que le prestan a la población y mantener la independencia y soberanía de las naciones. Para ello requieren cada vez más del principal factor de producción del sigo XXI: el conocimiento científico y tecnológico.

Este panorama, descrito aquí brevemente, marca de manera significativa el entorno de los proyectos de investigación. Nos encontramos, por tanto, en un complejo mundo de relaciones, donde la investigación juega un papel fundamental. Sin temor a equivocarnos, se puede afirmar que en todas las actividades humanas que se realizan se hace presente la ciencia y tecnología. Si esto es cierto desde varios puntos de vista, es conveniente, entonces, fijar un conjunto de elementos que sirvan de guía para diseñar estrategias en nuestros centros de investigación.

Componentes de estrategia para nuestros centros de investigación

Hace algunos años (Marcano 1993) hacíamos una propuesta para los centros de investigación. Decíamos que los modelos de organización utilizados para estructurar los centros de investigación en Venezuela han sido, en la mayoría de los casos, copia de aquellos desarrollados en países más avanzados en actividades de ciencia y tecnología. Asumíamos, para esa oportunidad, el sentido más amplio del término organización. Los componentes que se discutían en esa oportunidad eran aquellos que podían permitir un mayor y más eficiente rendimiento en las actividades de investigación, tanto en los resultados que pudieran ser obtenidos como en la capacidad de los centros de incidir en su entorno social, económico y cultural.

La discusión la hacíamos tomando en cuenta las características y particularidades de Venezuela. Constatábamos que la mayoría de nuestros centros de investigación habían asumido que buena parte de las condiciones dadas en los países desarrollados estaban presentes en nuestro país. Así decíamos, por ejemplo, que se consideraba a priori que la actividad empresarial local está en condiciones de demandar el conocimiento científico y técnico necesario para mantenerse competitiva en los mercados y en consecuencia con ese supuesto se procedía desde las unidades de investigación.

Además, se desconocía desde los mismos centros las características de los sectores a los cuales iban dirigidos los esfuerzos de investigación. Esto podía conducir, en el mejor de los casos, a encuentros esporádicos, poco exitosos y de bajo contenido científico -servicios rutinarios- entre centros y empresas (Plonski,1993 y Pirela et. al., 1991b).

Pretendimos, en esa propuesta, introducir a la discusión de responsables de unidades de investigación seis componentes que, a nuestro juicio, es necesario que estuvieran asociados unos a los otros. Estos componentes podían ser utilizados como guía de acción para diseñar una estrategia más acorde con nuestros niveles de desarrollo. Esos componentes son los siguientes: 1) Concepción de la investigación como un sistema; 2) Conocimiento de la rama de actividad donde se actúa; 3) Proyectos propios; 4) Equilibrio entre proyectos propios y servicios; 5) Disposición de aparato de producción; y 6) Formación de personal de alto nivel. Revisemos entonces la propuesta de cada uno de estos componentes.

Concepción de la investigación y desarrollo como sistema

Constatamos que los hábitos y costumbres dominantes en las unidades de investigación -sobre todo en aquellas de origen académico- mantienen aún una división en campos estancos entre la naturaleza de sus actividades de investigación y las del propio centro. Según ésta tradición los proyectos pueden ser de investigación básica -fundamental, pura o exploratoria, de investigación aplicada -tecnológica o dirigida-, proyectos de desarrollo –de nuevos productos y procesos, o su perfeccionamiento, descubrimiento de nuevos usos o aplicaciones o el ensayo y la evaluación– y proyectos de asistencia técnica –reducción de costos, ingeniería y aplicaciones, mantenimiento de productos, inteligencia técnica o información técnica–. Todos estos campos vistos como compartimientos estancos sin muchos vínculos entre sí. Encontramos entonces centros que se definen por el tipo de proyectos que abordan. Así, es frecuente escuchar que se trabaja en un centro de investigación aplicada o en uno de investigación básica o en uno de desarrollo. Tales definiciones no responden a la realidad de la investigación hoy en día, tal como lo he señalado más arriba. Un investigador, un equipo de investigación o un centro de investigación se enfrentan a problemas en ciencia y tecnología que de por sí tienen distintos abordajes (Asbby, 1969). Si bien se pueden reconocer las diferencias entre cada uno de estos campos, estas vienen dadas por el tipo de personas que se dedican a ellos. Por ejemplo, las personas creativas, curiosas y motivadas por la tradición científica tenderán a proyectos dentro de la investigación básica; en cambio personas curiosas y orientadas hacia las necesidades del mercado actuarán mejor en proyectos de investigación aplicada o de desarrollo.

Asimismo, el nivel de desarrollo de la disciplina en concreto también determina el perfil de los proyectos. En ese sentido, una disciplina como la Física, cuya madurez ha alcanzado importante niveles, propone en su propia tradición problemas de investigación que se orientan más hacia los campos básicos. En su lugar, algunas disciplinas de lo que se conoce genéricamente como las Ciencias Sociales, con dificultad pueden plantear problemas en ese ámbito.

También podemos encontrar diferencias en la finalidad de cada proyecto. Mientras un proyecto de desarrollo puede tener como fin el de crear productos nuevos o mejoras, uno de investigación básica tendrá como finalidad entender el desconocimiento y proveer nuevos conocimientos.

Por otro lado, los procesos que se utilizan en cada uno de los campos que he señalado -básico, aplicado, desarrollo, asistencia- son otra manera de encontrar diferencias. Así encontramos que investigar los fenómenos, descubrir los secretos de la naturaleza y verificar las teorías del mundo físico definen el proceso de la investigación básica y, por supuesto, es distinto esto al proceso de satisfacer las necesidades de las unidades de producción, de mercadeo o de otro ámbito de una empresa usando recursos técnicos más sofisticados y personal calificado, propio de la asistencia técnica.

Otra fuente de diferencias entre los distintos tipos de proyectos las constituyen los resultados obtenidos. Mientras de la asistencia técnica se obtienen servicios o asesorías, de los proyectos de desarrollo obtenemos especificaciones y requisitos de desempeño de productos o procesos, nuevos o mejorados. En cambio, de la investigación básica obtenemos como resultados teorías o conocimientos que serán divulgados, y en la investigación aplicada tendremos teorías o conocimientos acerca de productos naturales o industriales.

Visto así el panorama, tenemos que, aún manteniendo y reconociendo estas diferencias entre los proyectos de investigación, las actividades científicas y tecnológicas cada día convergen más. Por eso encontramos que cada día la ciencia sufre un proceso de industrialización y la tecnología uno de cientificación (Vessuri, 1992). O para decirlo de otra manera “en la búsqueda del conocimiento es preferible hablar de un continuo guiado por un conjunto de fuerzas dominantes: las del mercado de bienes y servicios, por un lado, y las fuerzas relacionadas con los intereses y propósitos de los buscadores profesionales de conocimiento, por el otro, con la cual la distancia entre conocimiento científico y tecnológico llega a ser mínima” (Vessuri, 1992: 165).

Esta realidad es la que debe estar presente hoy en día entre la gente que hace investigación, sobre todo en aquellos que tienen la responsabilidad de dirigirla. Darse cuenta de que de los resultados de un tipo de proyecto, de los que se han denominado de investigación, pueden tener relación -y de hecho la tienen- con otro tipo de proyectos y que en la practica, se consolida cada día más un proceso convergente entre ciencia y tecnología. Es este el pensamiento, entonces, que debe guiar la acción de planificación de un centro de investigación. Y lo que es más importante de su relación con otros centros de investigación o instancia donde esta aparezca y con el entorno social y económico que les compete. Para ello es evidente que se debe conocer esa realidad lo mejor posible.

Conocimiento de la rama de actividad donde se actúa

Decíamos que solicitar a los centros de investigación un conocimiento profundo de la rama de actividad donde se actúa puede parecer, a primera vista, una perogrullada. Sin embargo, del levantamiento de información realizado en unidades de investigación (académicas o no) esto no parece ser una preocupación central de los responsables. Así encontramos centros cuya actividad esta vinculada al área de la salud, por poner un ejemplo, que no se han dedicado sistemáticamente a conocer, y en ultima instancia a diagnosticar, las características y dimensiones del problema salud en la sociedad. Por otro lado, muchas unidades de investigación en otras áreas poseen en su cartera de proyectos cantidad de propuestas, y en muchos casos de resultados, que no son utilizados o asimilados por el entorno a que originalmente fueron dirigidos. En Venezuela abundan ejemplos que ilustran esta afirmación.

Si bien el campo de las investigaciones sociales, en particular la economía, se ha venido desarrollando no es frecuente encontrar unidades o secciones en centros de investigación, sobre todo en el campo de la ciencias naturales, que se ocupen de profundizar sobre la características de los componentes y relaciones entre ellos, de la rama de actividad de la cual se ocupan. Casos en las áreas de la agricultura, el petróleo, la electrónica, la alimentación, etc., pueden también ilustrar esta afirmación.

Muchas veces se reduce esta necesidad a un estudio puntual de mercado para ver la viabilidad de introducir un determinado resultado de investigación. Esto no es lo que se quiere destacar al insistir en el conocimiento a profundidad de la rama de actividad donde se actúa. Lo que se pretende es poner en un sitio adecuado la necesidad de indagar sobre las características estructurales de la rama o sector adonde van dirigidos los esfuerzos y cómo se da o se introducen en ella los cambios. Se pretende así hacer de la investigación una actividad con más disposición asertiva. No se puede actuar en ningún campo y mucho menos en forma eficiente, si no se conoce bien cómo allí se relacionan los distintos actores, las relaciones y cómo se pueden introducir cambios.

En general, esta preocupación ha sido responsabilidad en los países desarrollados de las empresas productoras de bienes y servicios. En nuestros países la base de las empresas es débil en este campo. No se pretende sustituir esta actividad de indagación sobre la dinámica de un actor a otro. Más bien lo que se busca es crear sobre bases sólidas la posibilidad de transferir resultados de investigación de los centros a las empresas y viceversa. Ello puede permitir, a través de la formulación y ejecución de proyectos propios, construir y acumular conocimientos científicos y tecnológicos pertinentes con las ventajas y necesidades que posee la sociedad en una época determinada.

Proyectos Propios

Con frecuencia aparecen críticas sobre la poca o nula pertinencia que tienen algunas actividades científicas y tecnológicas con los problemas del país. En algunos casos esas criticas pueden ser ciertas. Hay comunidades de investigadores que han perdido sus vínculos con la sociedad y prefieren buscar su legitimidad en otras latitudes (Reig,1992). Incluso los criterios de valoración de la actividad científica son los que se manejan en los países desarrollados. Sin embargo, del conocimiento profundo de la rama de actividad en la cual se actúa se desprenden proyectos propios de la unidad de investigación. Proyectos, que si bien no pueden o no van a tener una aplicación inmediata, contribuyen a construir una capacidad científica y técnica que le permite al centro mantener sus capacidades de afrontar y resolver problemas.

Pongamos como ejemplo el caso de un país como Venezuela. Nosotros participamos en la economía internacional aportando energía. Hoy esa energía tiene su origen en el petróleo; es decir, según las teorías más difundidas, esta es una energía de origen fósil. ¿Cómo podríamos mantenernos competitivos como vendedores de energía? Pues bien, investigando en fuentes alternas de energía y desarrollando productos derivados de este recurso que poseemos. Las investigaciones en nuevas fuentes de energía nos pudieran permitir mantenernos competitivos en el mercado internacional, por un lado, y aquellas que nos permitan desarrollar o industrializar el petróleo (la petroquímica y la industria de la química orgánica) nos pudieran hacer aprovechar la ventaja comparativa de poseer este recurso no renovable, por lo demás en abundancia. Pero para ello hay que formular y ejecutar proyectos propios a nivel del sistema de ciencia y tecnología del país. Y esa es una necesidad inaplazable.

Aunque el ejemplo se refiere a una nación determinada, y, tal vez, se le puede criticar por su esquematismo, sirve de ilustración a lo que llamamos poseer proyectos propios en los centros de investigación. Pero poseer estos proyectos propios no asegura que la unidad se encuentre en el camino correcto. Para ello requiere que esté vinculada con el mercado. Necesita poner a prueba sus capacidades y constatar cuales son sus carencias. Para ello debe poseer un enlace con su entorno. Debe prestar asistencia técnica traducida en servicios de información técnica, de mantenimiento de productos o procesos, etc. En fin, debe poseer un adecuado equilibrio entre proyectos propios y servicios para compensar sus necesidades de recoger información de lo que pasa en su entorno con sus capacidades de influir en él, tanto a mediano como a largo plazo.

Equilibrio entre proyectos propios y servicios

El exceso de pragmatismo en muchas unidades de investigación las ha llevado a dedicar buena parte de sus capacidades a la prestación de asistencia técnica o de servicios. Si bien ello ha tenido su justificación en la estrechez económica que la mayoría han vivido, sobre todo en los últimos años, ello ha sido también la causa de un movimiento pendular que llevó a muchos centros de un estado de introspección permanente a uno de búsqueda extrovertida de consumidores de sus capacidades humanas y técnicas -laboratorios y otras instalaciones-. Esto no sólo se constata en Venezuela sino en otros países de Iberoamérica (Plonski, 1993).

Entonces, se necesita alcanzar un equilibrio. La actividad desmesurada de prestación de servicios ha destruido -por decir lo menos- muchos centros de investigación. En algunos casos han quedado apenas reducidos a laboratorios de certificación, si bien útiles, desprovistos de toda capacidad de abordar problemas de otro nivel de complejidad, dejando a otros, por supuesto, estas tareas. Se requiere, por tanto, mesura en la prestación de servicios y mucha conciencia institucional de por qué se hacen. Sí esto no es así se corre también el riesgo de reducir esta actividad sólo como fuente de recursos económicos. Importantes sí, pero no suficientes para la vida de un centro.

El investigador debe estar en contacto con los problemas de su área de competencia y la asistencia técnica es una fuente de conocimientos en estos campos, pero no la única, a veces no la más eficiente. Su experticia es útil para la resolución de problemas en la sociedad. Por lo tanto, no se debe despreciar esta ventana al entorno que significa la asistencia técnica. Si es posible debe poseer independencia operativa y no estar mezclada con la operación de los proyectos de investigación. Papel importante juegan en ello los gerentes de proyectos quienes con su capacidad de ver y hacer ver a su equipo hacia donde se va, pueden utilizar la demanda de servicios como un instrumento para alcanzar y potenciar los objetivos buscados en sus proyectos.

A los gerentes de centros de investigación corresponde, sin embargo, garantizar este equilibrio. Son ellos los llamados a ponderar la madurez de la institución para vincular sus capacidades sin poner en peligro su perfil y vocación científica y tecnológica. No es tarea fácil, pero para ello hay que dotarse de capacidad de producción. Esto permite evitar la tentación que, a la larga, desdibuja la verdadera misión institucional y contribuye a enriquecer el trabajo a futuro de la investigación.

Disposición de aparato de producción

Apoyándonos en Vessuri, ya decíamos más arriba que la convergencia entre ciencia y tecnología es cada día más evidente. La frontera entre ambas actividades es cada vez más difusa. Mientras la ciencia se dedicó por mucho tiempo a la búsqueda de lo desconocido en la naturaleza, la tecnología utilizada, por su parte, era la forma instrumental como las sociedades se relacionaban con su entorno natural. La revolución tecnológica del siglo XX ha hecho que los conocimientos y descubrimientos científicos se apliquen casi inmediatamente a la producción industrial de bienes y servicios. La cientificación de la tecnología es hoy día una realidad. Cada día la producción industrial requiere de más ciencia (el qué se hace) y la tecnología (el cómo se hace) se hace más científica (Vessuri, 1992).

No hay, pues, sino en muy raras y escasas excepciones, descubrimiento científico que no lleve parejo su casi utilización inmediata y por lo tanto la presencia de sus responsables en su aplicación. Por supuesto, ello tiene sus implicaciones éticas que no es el caso analizar aquí con más profundidad, pero no por ello las consideramos menos importantes. Lo que queremos destacar es que una unidad de investigación no puede estar hoy día separada de una unidad de producción. Es requisito indispensable, en casi todas las actividades de investigación, poder llevar por lo menos a escala pre-industrial los resultados de los proyectos. Es quizá este componente el más polémico de los hasta ahora planteados. Pero no escondemos que a pesar de lo controvertido y costoso, se va a convertir en requisito indispensable en nuestros centros de investigación.

Otro aspecto refuerza esta necesidad y es justamente las características del aparato industrial que disponemos en Venezuela. No es propiamente un aparato soportado por el conocimiento científico y tecnológico como lo es, tal vez, el existente en países industrializados. No olvidemos que los cambios técnicos y descubrimientos científicos dieron origen y sustentan aun hoy día las capacidades productivas de esos países. Investigaciones sobre sectores industriales de la más diversa índole (Pirela et al, 1991a, INCOVEN,1988) demuestran el poco o ningún interés que tiene el empresario local en la ciencia y tecnología como base de su actividad económica.

Toca al investigador, ya no con sentido dubitativo como lo señalaba años atrás una historiadora de la ciencia norteamericana (Stepan, 1976), asumir el papel de empresario para demostrar que la ciencia y la técnica se pueden convertir en capital. Esto contribuiría a formar una cultura empresarial más sólida a través de la formación de personal de alto nivel que vaya a llenar las filas de emprendedores que se apoyan en la ciencia y tecnología para producir los bienes y servicios que requerimos.

Formación de personal de alto nivel

Toda actividad de investigación que se mantenga aislada y no se reproduzca tiende a agotarse en sí misma. La formación de personal de alto nivel es el último de los componentes de esta estrategia como condición sine qua non para que un centro de investigación actúe con más pertinencia en su entorno. A lo mejor, sobran las palabras para explicar el sentido y propósito de este componente propuesto. Sin embargo, no está demás señalar por qué es necesario para un centro de investigación formar personal, tanto de su planta como aquellos que van al mercado de trabajo.

La cultura que se construye en un centro de investigación productivo y exitoso es difícil de transferir y menos reproducir en otro entorno que no sea el propio centro. Los hábitos y costumbres, así como la visión del mundo que se obtienen en estas instituciones, son, a veces, limitadas pero tienen la ventaja de su profundidad en áreas muy específicas. Esta profundidad de conocimientos contribuye a concentrar la capacidad de resolución de problemas con medios más sofisticados que los corrientemente utilizados. El entrenamiento en este ámbito de trabajo dota al participante de una capacidad traducida en habilidades y destrezas muy útiles en su campo de especialidad. Para el centro de investigación es una manera de verse en un espejo actuando en su entorno y un indicador de su capacidad para entender y atender los problemas propios de su área de competencia.

Por otro lado, el personal formado en estos ámbitos actúa como una onda expansiva difundiendo los conceptos y visiones que se tienen desde el propio centro de investigación. Al mismo tiempo, contar con un instrumento de esta potencialidad es garantía de mantenimiento en el tiempo por efecto reproductor de esta actividad. Son pocas las unidades de investigación que manejan en forma consciente este componente en sus estrategias. En el mejor de los casos se trata como requisito casi administrativo o como un hábito inerte heredado de la institución que los acoge (por ejemplo, las universidades). En otros casos se desdeña esta tarea por ser consumidora de tiempo y aprovechable en otra actividad (¿servicios tal vez?), pensándose que el personal se forma fuera del centro y éste lo que hace es captarlo.

Comentario final

No se pretende presentar un recetario para los responsables de las unidades de investigación. Nuestro propósito ha sido más bien presentar estos componentes para su discusión. Son ideas que se han venido decantando en el tiempo y corresponden no sólo a la experiencia personal sino a la observación de otras situaciones y al intercambio de experiencias con otros colegas que les ha tocado afrontar la responsabilidad de dirigir actividades científicas y tecnológicas en distintos ámbitos. A ellos nuestro agradecimiento por la franqueza con que nos han transmitido sus errores y aciertos.

Como acotación final no se debe dejar de insistir en la condición de vinculación que tienen entre sí estos componentes de estrategia propuestos. No pueden ni deben verse aislados unos de otros. Se han querido presentar como un continuo, de manera de exponer y resaltar esta necesaria condición. Para efectos de análisis pueden ser separados y en el mejor de los casos cuantificados. Pero en todo caso, no debe ser una limitación para utilizarlos como guía y lograr así una mejor gestión de nuestros centros de investigación.

Una visión de la investigación como la presentada en el modelo propuesto al inicio de estas líneas, así como la comprensión de los factores políticos y económicos del entorno, puede permitir que desde las unidades de investigación, y en todas aquellas organizaciones donde esté presente esta actividad, se comprenda mejor el importante papel que tiene hoy en día actuar de la manera propuesta. Porque no está nunca demás señalarlo, sin ciencia y tecnología propia, desarrollada con nuestros propios esfuerzos, es difícil garantizar la independencia y soberanía de cualquier nación hoy en día. Estas son, en conclusión, las condiciones del entorno que signan hoy los proyectos de investigación.

Referencias

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FUENTE:
http://www.revistaespacios.com/a00v21n02/52002102.html

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